jueves, 18 de agosto de 2011

El discreto encanto de la hipocresía

La prensa nacional es un abanico de mesa que se mueve de aquí para allá ventilando lambona los sofocos del poder. Lleva 15 días destapando las ollas podridas del rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, honorable Ingeniero Luis Enrique Arango Jiménez y de su mafia criminal, llamada Alma Mater. Aunque equivocamos el término: la asociación de universidades del eje cafetero Alma Mater no es una olla podrida; es un basurero completo, una letrina sucia y gigantesca.
No vale la pena repetir lo que el movimiento universitario ha dicho durante una década, mientras la prensa apenas se da por enterada: a través de esa fachada de asociación de universidades la mafia apoderada de la U.T.P. ha hecho y deshecho en una pirámide de contrataciones, fraudes, estafas y desangres de los dineros públicos a proporciones inimaginables, espantables. Según Yesid Lancheros (El Tiempo 01.08.2011) los contratos a partir del 2005 alcanzan la insignificante suma de $940.000.000.000.
¿No lo captas? Vamos, es fácil, repite conmigo: novecientos-cuarenta-mil-millones-de-pesos. Lo que ganaron el mes pasado con el salario mínimo más de un millón y medio de colombianos.
Sin redundar en que buena parte de esa platica se perdió o quedó entre las nebulosas de la burocracia, la subcontratación y las consabidas tajadas y comisiones del gana-gana entre alcaldes, gamonales, caciques y como no, funcionarios universitarios, vamos a centrarnos en un hecho que nadie resalta: la hipocresía fastidiosa que la gran prensa, la burguesía local y una parte considerable de la comunidad académica profesan hacia los responsables de la estafa.
No cabe otro calificativo que criminales organizados, delincuentes mafiosos. Mientras el rector Arango Jiménez dice que las investigaciones le causan “profundo dolor” y que “hacen mucho daño”, Germán Toro, cerebro de Alma Mater, el “poder tras el poder” en la Universidad Tecnológica de Pereira por su bajo perfil e igualmente por su enorme influencia, anuncia que las indagaciones no han concluido y que es lo más natural que a uno lo investiguen por corrupción en Colombia. Eso lo sabemos todas: la corrupción y el crimen son cosa normal, implícita al capitalismo. Gracias por refrescarnos el entendimiento, Sr. Toro.
Pero estos criminales han disfrutado durante diez años de los elogios y piropos de la prensa, el poder local y los arrodillados profesores universitarios y funcionarios de pacotilla que se anidan bajo sus alas de carroñeros. Como advenedizos Uribistas, gozaron de una década desenfrenada que se derriba ahora por su propio peso. El señor Arango ha sido “modelo” de buena gerencia en los ámbitos de la educación superior y se le considera un visionario, prohombre que comprendió cuál debía ser el rumbo apropiado de la Universidad Pública (¿he dicho Pública?) en el siglo XXI. Ningún medio local o nacional de importancia había cuestionado nunca sus actuaciones. Ningún político de importancia se atrevió a denunciar lo obvio, lo evidente. Los valientes profesores asociados al sindicato que desafían el poder insolente de esta mafia, que denuncian una y otra vez poniendo en riesgo su vida y su carrera, pueden contarse con los dedos de las manos. Incluso, sobran dedos.
Cuando desde 2001 cinco impactantes huelgas estudiantiles que han durado meses y continuas movilizaciones cada año se atrevieron a exigir una tras de otra la cabeza del señor Arango Jiménez y a pedir explicaciones del oscuro comportamiento de Alma Mater, los estudiantes y sus líderes fueron llamados “terroristas”, “antisociales”, “vándalos”, “encapuchados” y se insinúa desde entonces relaciones con la guerrilla. La guerrilla, la guerrilla, la guerrilla, repiten como loros epilépticos. ¡Siempre la guerrilla! que predecibles son los payasos de la derecha, no han podido inventarse otra fábula en medio siglo.
Recordemos que en el 2003 la reacción inmediata del señor Arango fue inundar la Universidad de antidisturbios al primer día de movilización, mientras el país mediático entero (memoria: Uribe Vélez era el héroe nacional entonces) aplaudía la verraquera de ese rector que no se la dejaba montar de unos muchachitos malcriados. El cuento se repitió en el 2005, en el 2008 y en el 2009, porque el señor Arango es todavía más predecible que los payasos del sistema: el único lenguaje que domina es el de los garrotazos y los gases lacrimógenos.
Apenas unos meses atrás la hipócrita clase dominante -cebada también con innumerables desangres al pueblo colombiano- condecoraba y re-condecoraba al señor Arango en público tras una francachela desbordante de ridículo y estupidez con motivo de los 50 años de la U.T.P.
¿Lo volverán a condecorar ahora que se demuestra que es un burgués ejemplar, “un modelo de gerencia”, realización perfecta del gamonal colombiano, ambicioso, autoritario, criminal y corrompido como todos? ¿Se acuerdan de otro famoso rector, santandereano el tipo, que entregó listas de estudiantes a los paramilitares para que fueran asesinados? ¿Sabían que no ha pagado un solo día de cárcel?
La mudez sepulcral que ronda a la comunidad académica de profesores y funcionarios podría ser tachada de cómplice, de partícipe del crimen. Los académicos, tan lúcidos ellos, tan ilustrados e inteligentes, tan sabios y sabihondos, no han dedicado una sola palabra a todo esto a pesar de conocerlo muy bien, de conocerlo por dentro. Todos saben cómo se otorgan las direcciones, los proyectos, los rubros y presupuestos a dedo desde el feudo en que se convirtió la rectoría. Es un secreto a voces que los puestos se quitan y se ponen dependiendo del “buen” comportamiento del subordinado, de su servilismo, de su voto en las elecciones universitarias. Todos ven que el rey va desnudo, sucio, henchido de moscas, pero sólo los muchachitos malcriados en sus marchas y asambleas lo gritan en público. Además lo gritan ruidosa y estruendosamente, con la desfachatez propia de la rebeldía y la juventud.
Es que sólo se entiende que esa mafia de estafadores se hubiese hecho al poder total y absoluto de la Universidad más importante de la región si se tienen en cuenta tres factores: contaron con el apoyo incondicional de las clases dominantes y la prensa, contaron con la pasividad y complicidad de la mayoría de profesores -amedrentados unos, comprados otros y cobardes los más-, y aplastaron violentamente por lo menos en cuatro oportunidades la única resistencia que se les opuso: el movimiento estudiantil.
Enhorabuena queda algo de dignidad en esta ciudad de hampones. Los “muchachitos malcriados” tienen la conciencia limpia, por ser los únicos, junto a un selecto grupo de docentes y trabajadores, que se atrevieron a llamar las cosas por su nombre desde el principio, aunque esto ha costado golpes duros como la expulsión -violando normas elementales del debido proceso- de 5 líderes opositores en el 2008, amenazas a otros y persecuciones constantes. Al señor Arango y su banda de atracadores ningún tribunal lo juzgará por ello, como no lo juzgarán por las múltiples ocasiones que autorizó la militarización de la Universidad con consecuencias catastróficas para la comunidad y las instalaciones.
Que nadie diga después en este retrete sanitario sin vaciar que llaman ridículamente “academia” que todo sucedió a sus espaldas: el eco indiferente de su facineroso silencio es la mejor confesión de culpabilidad.
(PostData: si considera que difundir esta información es necesario no lo dude un solo instante, rompa el aislamiento y hágala correr. La verdad y la libertad son ideas simultáneas y consustanciales que necesitan de pequeños actos para convertirse en imparables avalanchas…)